domingo, 1 de febrero de 2009

1.- Infancia en las Cofradías.

Hoy, cuando la Semana Santa de Cáceres ha recorrido un largo camino, cuando empezamos a consolidar todo el trabajo desarrollado en la década de los 90, es conveniente mirarnos a nosotros mismos y recuperar parte de esos años en los que, formábamos en las filas infantiles de nuestras Hermandades.

Curiosamente, en estos años, lo mismo que en los sucesivos, la Semana Santa y la Estación de Penitencia de la Hermandad, era uno de los momentos más deseados aunque no se entendía la esencia y la importancia del momento que se iba a vivir: momentos realmente emocionantes, acompañando a Nuestros Amantísimos Titulares. Aún recuerdo mi primera estación de penitencia: ya han pasado más de veinte años, pero la recuerdo como si fuera ayer.

Fue el Lunes Santo de 1988, acompañé a los Titulares de mi Hermandad, la del Cristo de las Batallas, por las calles cacereñas. Por aquellos momentos, la Semana Santa no estaba concebida tal y como la conocemos hoy día, pero cierto es que se empezaban a dar los primeros pasos para llegar a lo que tenemos a fecha de hoy: la Semana Santa más importante de nuestra región.

Esa tarde del mes de marzo de 1988, todo eran nervios: mis padres no hacían más que decirme que durmiera siesta tras la comida, pero mis nervios me lo impedían, la ilusión de poder participar en tan importante acto. Finalmente, las manecillas del reloj avanzaron y llegó la hora de ir a Santa María, a vivir los fervor, devoción y anhelo la Estación Penitencial del Santísimo Cristo de las Batallas. En este primer año, contando con tan sólo seis años, acompañé a María Santísima de los Dolores, todo un honor.

En estos momentos, la Cofradía se formaba en la calle, saliendo los pasos y comenzando el discurrir procesional desde la inmensidad de la Plaza de Santa María. Únicamente procesionaban dos pasos: el Cristo de las Batallas y María Santísima de los Dolores. Acompañaba musicalmente la Banda de Cornetas y Tambores de la Cruz Roja, la primera de las bandas que procesionó en nuestra ciudad con uniforme de gran gala.

Poco a poco la procesión fue realizando su recorrido, y las fuerzas iban faltando, hasta que llegó el momento de abandonar el desfile procesional, allá en la Puerta de Mérida. El sueño se terminó, y sí, aunque fuera un niño de seis años, comenzó la ilusión por el año que viene. Pero las emociones de aquel Lunes Santo visto desde la mirada de un niño no acabaron ahí: siguieron con la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno procesionando la Virgen de la Misericordia.

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